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SOBREVIVE A NUEVAS EXPERIENCIAS El viaje llegó a su fin. Estaba justo en el oscuro callejón donde estaba el Pub "El rincó...
jueves, 27 de noviembre de 2014
HISTORIAS SOBRE NATURALES
El viaje llegó a su fin. Estaba justo en el oscuro callejón donde estaba el Pub "El rincón de los malditos". Se preguntaba por qué nadie se había percatado de que estaban allí, por qué la gente seguía pensando que eran un mito. La calle era muy concurrida y el bar no tenía mucha gente. Los vecinos tenían que haber visto entrar y salir miles de vampiros. Allí estaban, solo tenía que entrar. Su corazón se había acelerado tanto que no podía detener el temblor de sus manos.
Sus pies se movieron por instinto, caminó hacia la puerta y la empujó. Sus ojos tardaron un momento en acostumbrarse a la roja oscuridad. La única luz eran fluorescentes de luz infrarroja, excepto en la barra, donde eran normales. Curiosamente muchas botellas parecían contener sangre fresca en lugar de los típicos mostradores adornados con diferentes botellas de licor y whisky de diversos países.
Se acercó a la barra y dijo muy serio, tratando de ocultar sus nervios.
- Dame una copa de sangre.
La camarera le guió un ojo y le enseñó sus colmillos. Eran postizos pero consideró simpático el detalle de que la obligaran a llevarlos. Era una chica guapísima de ojos verdosos amarillentos. Enrique nunca había visto unos ojos tan seductores en su vida.
La copa que le puso fue un vaso de tubo lleno de whisky con zumo de mango y tomate.
- ¿Esas botellas no son bastante buenas para mí? - le preguntó señalando las botellas de sangre.
- Corazón, esas botellas son un adorno.
Dicho eso cogió una de ellas y la movió como si fuera a verter el líquido. Este ni se movió y la botella parecía de plástico y hueca.
- Debes ser el primer ingenuo que se cree que son reales, qué encantador.
- Todo lo que hay aquí es... fingido, ¿todo es un adorno?
- No, muñeco, yo soy real y de carne y hueso.
- ¿No hay vampiros aquí? - preguntó Enrique, bastante decepcionado.
- ¡Todos somos vampiros! - le dijo un borracho que estaba justo a su lado. Entonces simuló que le mordía con los dientes postizos en el cuello. Enrique no quiso continuar su broma y se apartó empujándole con brusquedad.
- Eh, tranquilo - dijo el borracho, sacándose los colmillos postizos -. Solo es una broma, no soy vampiro de verdad...
- Ese es el problema - le reprochó Enrique.
La camarera sonrió al borracho y giró el dedo sobre su sien como diciéndole que no molestara más al chico, que estaba mal de la cabeza.
Enrique cogió su vaso de "sangre" y se paseo por las mesas del Pub.
En su paseo vio a una pareja mordiéndose figuradamente en sus cuellos. La sangre y los colmillos eran falsos pero parecían disfrutar eróticamente de sus mordiscos con colmillos de goma. Pasó de largo y vio a un hombre de pelo blanco solo en una mesa y le miraba intensamente con unos ojos amarillos fosforescentes. Enrique se emocionó por que al fin había encontrado uno, se acercó y se sentó a su lado.
- Sé que no estás fingiendo - le dijo -. Tranquilo sabré guardar tu secreto.
- Chico levanta tu puerco culo de mi sitio - replicó el hombre -. Estoy esperando a mi mujer y está tardando. Estas mujeres de mierda, siempre llegan tarde.
- ¿No es un vampiro?
- Oh, sí, claro que lo soy... uuuuaaaaaa, ¿no te asusto? -se burló -. Vete.
- Pero sus ojos...
- Son lentillas cutres. Las venden en la barra por dos libras.
Enrique enrojeció de vergüenza.
- Si te molan cómprate las tuyas y lárgate de aquí.
Se levantó y volvió a la barra, junto a la camarera. Esta había estado observando y le sonría picaronamente.
- Disculpa, ¿llevas muchos años trabajando aquí? - se atrevió a preguntarle él.
- Desde que abrieron, hace dos años - respondió.
- ¿Ha venido alguna vez un vampiro de verdad?
- Todos los días - ella puso los ojos en blanco.
- En serio, por favor, estoy haciendo un estudio sobre si los vampiros son realidad o ficción.
La camarera le miró extrañada y negó con la cabeza.
- ¿Vas a publicar eso? Pero si no tienes ni quince años.
- Tengo dieciséis.
- Oh, vaya, seguro que eso influye mucho en la seriedad de tu estudio - le siguió la corriente la camarera.
- No, claro que no... bueno, es más curiosidad personal.
- Bien, muñeco, aquí los únicos vampiros son mis jefes.
Los ojos de Enrique se iluminaron ilusionados al ver que la camarera le mostraba sus preciosos colmillos vampíricos, como refiriéndose a ellos.
- No hay mes que no traten de chupar la sangre. Siempre pagan menos de lo que dice el convenio y tengo que estar detrás amenazando con mi abogado. Menuda cara tienen.
Enrique agachó los hombros decepcionado.
- Pero no te preocupes - le animó ella -, si te van los vampiros de verdad no eres el único interesado. Antes de las dos siempre se junta una panda de frikis en la barra que creen ser vampiros. Hasta van por las calles asustando a la gente. Más de uno ha terminado en la cárcel - soltó una carcajada -. Seguro que te llevas bien con ellos.
Enrique pareció animarse con esa información.
- ¿Cómo te llamas peluchín? - le preguntó ella.
- Enrique - respondió.
- Oh, como el director de cine.
- ¿Quién? - preguntó él.
- Henry Ford, ¿chico en qué siglo vives?
- Ah, claro, sí ese director. Pensé que te referías a otro.
- Vaya, debes ser todo un crítico de cine ya que conoces otro Henry, director.
- ¿Como te llamas tú? - Cambió de tema él. Fuera del género de terror no conocía mucho más del cine.
- Samantha - respondió ella con una sonrisa que volvía a mostrar sus largos colmillos -. Si fuera una vampiresa estarías en aprietos, me gustan los jovencitos como tú...
Enrique volvió a enrojecer de vergüenza. En realidad no llegaba ni a los diecisiete y ella parecía superar los veinte con holgura.
- ¿Seguro que no eres vampiresa? - preguntó él, medio en broma.
- Mira ese espejo- dijo Sam con una encantadora sonrisa -. ¡Hola! Esa soy yo. Si me puedes ver es porque no soy vampiresa.
- No me creo ese mito del espejo -dijo Enrique.
- ¿Y sí crees el mito del vampiro? Eres un poco raro, ¿no?
- Tú también aparentas dieciocho - dijo él, intentando cambiar de tema.
- Bueno, en realidad tengo 597 años, pero ya sabes, cosas de vampiros. Me mantengo bien.
Enrique rió de buena gana ya que lo dijo tan seria que parecía que hablaba en serio. Sin embargo ella tardó un par de segundos en reír.
- Quien pudiera ser vampiro, ¿Eh? Eternamente joven - dijo Enrique, melancólico.
- Si yo te contara - dijo ella, siguiendo la broma.
- Espera, no puedes tener 18, no podrías estar TRABAJANDO DESDE hace dos años.
Ella se apoyó en la barra sonriendo y negando con el dedo.
- Te lo dije, tengo más de 500 años - por su expresión estaba comenzando a tontear con él-. Pero no eres tan suspicaz, amigo, desde los 16 se puede trabajar sin problemas.
Enrique no era de los que ligan en los Pub y muchísimo menos con camareras cañón como esa morena de ojos verdes. Parecía una modelo de la revista playboy. Por eso se sonrojó y dejó que ella pasara sus finos dedos por su mejilla haciéndole estremecer.
- Me gustas mucho - le dijo ella -. Eres inocente como un corderillo. Me gustan los chicos que nunca han roto un plato pero que además se creen malotes, como tú.
- Vaya, gracias... tú tampoco estás mal... también me gustas.
- Entonces ya está todo dicho. Si te quedas toda la noche te invito a dormir a mi casa. Vivo sola.
- Genial... - Enrique se terminó de un trago su whisky con tomate, a pesar de que estaba realmente asqueroso. Se imaginó que era sangre y así consiguió pasarlo por su gaznate. Se preguntó si realmente la sangre daba esa misma sensación de calor y embriaguez y tuvo un deseo fugaz de probar la sangre humana para saber lo que se sentía al beberla.
- Son 10 libras - dijo ella, sin borrar su sonrisa.
- Claro.
Enrique se sorprendió de lo caro que era tomar un trago allí pero sabía que las noches de Londres salían caras, generalmente. Sacó su billetera y pagó con el único billete que tenía encima. No NECESITARÍA DINERO para un taxi esa noche ya que iría a dormir a casa de esa belleza. Al fin perdería la virginidad y... por primera vez dejó de pensar en vampiros a pesar de que su ligue era una preciosa vampiresa de mentira.
- ¿No te da miedo que pueda ser una vampiresa de verdad? ¿En serio te vendrías a mi casa? - la media sonrisa picarona de Samanta hizo enrojecer de vergüenza a Enrique.
- Te aseguro que preferiría que lo fueras. Me muero por ver uno de verdad.
- ¿Es que no sabes que esos monstruos matan y no tienen conciencia? - preguntó ella -. Al menos eso dice Bram Stoker.
- Sería flipante y seguro que le convencería para que me dejara beber su sangre.
- Pareces muy seguro de que existen.
- Tú deberías creer más que yo. Sin duda ha venido alguno aquí y nadie se ha dado cuenta, ni siquiera tú.
- He visto a muchos chalados, sí. Pero dudo que ninguno lo esté más que tú.
Enrique sonrió, devolviéndole la bonita sonrisa a Samantha.
- Mira, ahí vienen tus colegas - dijo ella, apartándose de la barra.
Entraron varios chicos disfrazados de conde Drácula con colmillos tan falsos que se les caían. A su lado Samantha era una perfecta actriz, parecía auténtica. Claro que eso solo era por que esos sí que eran unos frikis de vampiros que daban miedo.
- Hola Sam - dijo uno de ellos. Tenía una barba de tres días y los colmillos se los había sacado para hablar con ella.
- Hola Steve - dijo ella -. ¿Alguna víctima esta noche?
- Que va, todas huyen como puercas.
- Normal, es que dais miedo - se burló ella.
- Hola - dijo Enrique, nervioso.
- ¿Hola? ¿Te atreves a hablar con un vampiro?
Dicho eso se puso los dientes y le intentó asustar con un gesto de fantasma exagerado.
- Tú no eres un vampiro - dijo Enrique, nuevamente desilusionado y fastidiado.
- ¿Tú sí? Uh, que miedo me das.
- Cuando lo sea... - iba a fanfarronear diciendo que le buscaría por las noches y se lo demostraría, pero no quiso hacerlo delante de ella, no fuera que se asustara de él y cambiara de idea sobre esa noche. Sabía que estaba en la frontera del graciosillo y el loco peligroso. No quería cruzarla no siendo que anulara la cita.
- ¿Cuando lo seas? - el friki se carcajeó de él.
- Sí, bueno, si me dejáis ser de los vuestros, puede que reconozca que tú lo eres.
- ¿Quieres ser un vampiro? Bueno, eso tiene sus peligros, sabes. Hay que hacer una ceremonia de iniciación, ¿verdad chicos?
Los demás empezaron a gritar a coro:
- Novato, novato, novato, novato.
- Callaros ya pesaos - se quejó Steve -. Verás son unos plastas, cada vez hacen pruebas más difíciles. La última vez que hicimos una obligaron al infeliz a morder a alguien por la calle y beber su sangre. El pobre terminó en la comisaría por intentar agredir a una viejecilla que paseaba a su perro.
- Solo fue una noche, pero ya soy vampiro - terminó uno de ellos, orgulloso.
Las carcajadas de sus compañeros le hicieron reír a él también por inercia.
- ¿Tengo que morder a alguien por la calle? ¿Sólo eso?
- ¿Sólo eso? Bueno, sería un comienzo. No puedes ser vampiro sin estar dispuesto a morder a la gente. Sería como ser polizonte sin estar dispuesto a disparar tu pistola.
- Como ser bombero y que te de miedo apagar un incendio - añadió otro.
- Claro, claro, pero ¿para eso no tendría que beber la sangre de uno de vosotros?
- Jo, tío estas mal de la olla, qué te pasa, creía que estábamos de buen rollito.
- Es lo que hacen los vampiros para transmitirse el don.
Steve y los demás dejaron de reírse cuando entendieron que Enrique hablaba en serio.
- Habla en serio - dijo uno asustado.
- Nos está tomando el pelo - dijo otro.
- Los vampiros no existen, solo existimos nosotros, pringao - le dijo Steve.
- Desde luego que vosotros tampoco lo sois - susurró Enrique mientras ellos se alejaban a una de las mesas.
Sam les siguió para coger la lista de bebidas que iban a tomar. Enrique se quedó solo en la barra sintiéndose ridículo por haber creído que allí encontraría vampiros. Creyó más que nunca que había tirado buena parte de su vida a la basura leyendo sobre el tema y dándole crédito a todas las historias. Ni Drácula de Stoker, ni Lestat, ni Pandora, ni Armand, ni Louise, ni los Cullen, ni los vampiros de Tarantino estaban basados en una historia real. Se arrepintió de cada día que estuvo esperando encontrar evidencias en la película de Drácula cuando manipuló su VHS para poder reproducirla hacia atrás y no encontró ningún mensaje oculto de los vampiros.
Samantha volvió a la barra y al verle tan abatido se acercó a el y le puso una mano en su hombro.
- Lo siento, ¿en serio crees que existen los vampiros? ¿Y tú crees que iban a venir aquí?
- Podía ser, tenía que comprobarlo.
- Si fuera así no vendría ni un alma. Si la gente supiera que realmente hay vampiros, nos cerrarían el local. Lo de la fama del Pub es únicamente para atraer a los que les gusta este tipo de ambientación. Aquí solo vienen a celebrar cumpleaños temáticos de terror y cosas así, no hemos tenido ni siquiera un accidente con sangre.
- Bueno, la noche sigue siendo interesante - dijo Enrique mirándola con evidente deseo -. ¿Cuándo cierras?
- La noche es joven - dijo ella -. Aún faltan tres horas de suplicio.
- Son muy pesados - dedujo Enrique.
- Son insoportables. Sobre todo cuando seleccionan a uno para que venga a morderme. Parecen niños, no asumen que ya están en la universidad y deben saber comportarse.
- ¿Es cierto que obligan a sus miembros a morder a la gente y beber su sangre?
Samantha asintió con seriedad.
- Te digo que son peligrosos, se creen vampiros.
- Bueno, no mucho no si no beben la sangre entre ellos.
- Sí claro, ellos saben que no lo son pero... es como si estuvieran aprendiendo a serlo, ¿entiendes? Buscan gente que se atreva a dar el paso que ellos no dan. Si tú hubieras aceptado, te habrían seguido como un líder y podrías obligarles a hacer lo que les dijeras. Si les dices que se muerdan, lo harán... Solo es cuestión de liderazgo.
- ¿Quieres que vaya por ahí mordiendo a viejecitas?
- Las viejas son muy escandalosas y tienen la piel dura. Además te pueden pegar cualquier enfermedad. Puedes intentarlo con alguna jovencita. Eso sí solo un mordisco en el hombro, que sangre un poco y le chupas la sangre. La noticia de un vampiro suelto correrá por ahí y seguro que estos te aceptan con los brazos abiertos.
- Suena divertido - dijo Enrique.
- No serías capaz, eres un pedazo de pan, lo veo en tus ojos.
- Véndeme unas lentillas de esas y unos colmillos como los tuyos - dijo Enrique, decidido.
- ¿Lo vas a hacer?
- Claro, no hay problema.
- ¿Estás mal de la cabeza?
- No te preocupes, solo asustaré a una chica y ya está.
Samantha no parecía creerle.
- Aquí tienes. Son doce con noventa libras.
- El tipo de allí dijo que eran dos libras por las lentillas - protestó Enrique.
- ¿Dos? Cinco cada una. Los colmillos valen dos y los noventa son mi propina, que todavía no me has dado nada y creo que estoy siendo una buena chica.
- Genial - Enrique miró su billetera y la encontró vacía -. No puedo comprarlas.
Samantha sonrió picaronamente.
- Claro, claro, no lo harás porque no tienes dinero... ya me sé ese cuento Caperucita.
- Mañana te lo doy. Tengo que volver para enseñarles el periódico, ¿no? Venga dámelos.
- Está bien, pero solo por ver hasta donde puedes llegar.
- No me conoces, soy capaz de esto y mucho más. Siempre me he imaginado acechando a las chicas como un vampiro, siempre he querido ser uno de ellos.
- Que generación - dijo ella -. En mis tiempos la palabra vampiro hacía llorar a los jóvenes de tu edad.
- ¿Tus tiempos? - Enrique no entendió, ella tenía un año o dos más que él.
- Bueno, ya sabes, tengo seiscientos años - dijo ella, sonriente.
- Ah, claro, tus tiempos - dijo él, cogiendo el sobre con las lentillas y los dos colmillos blancos.
Ella le señaló la puerta del baño sin decir nada más. Se dirigió para allá ansioso por ponerse las lentillas y los colmillos. En las instrucciones de uso de las lentillas decía que había que humedecerlas con agua antes de usar. Abrió el grifo y con el agua cayendo en un fino chorro mojó la primera. Dejó que escurriera bien y se la llevó al ojo. Nunca antes se había puesto lentillas de ningún tipo de modo que fue incapaz de mantener abierto el ojo el tiempo suficiente para meter la lentilla dentro. Era imposible mantener el parpado abierto, era un acto reflejo.
- Maldita sea... no puede ser tan difícil.
Volvió a intentarlo y esta vez el párpado pilló la lentilla en medio y ésta casi se le cae por el desagüe. Con miedo a perderla puso papel higiénico debajo por si se le caía de nuevo y volvió a tratar, esta vez sujetándose los párpados con la otra mano. Con dificultad logró mantenerlos abiertos y la lentilla entró. Parpadeó un par de veces y sintió como si tuviera una piedra metida en el ojo, era bastante molesta. Podía intentar acostumbrarse. Solo iba a ser un rato.
Luego procedió con la otra y esta vez la puso a la primera. Se miró al espejo y vio que sus ojos no habían cambiado. Seguían siendo negros. Esto le decepcionó mucho y después de colocarse los colmillos de goma salió y fue a ver a Sam.
- No brillan - dijo con dificultades por culpa de sus colmillos.
- Tienes que ponerte en una luz fuerte, estas un ratito y luego vas a la oscuridad. Son aterradores, dejarás sentada de miedo a la más valiente.
Enrique buscó una luz fuerte por el Pub.
- Esta luz es suficiente - ella le señaló un fluorescente blanco sobre su cabeza -. Míralo unos segundos y vete al baño otra vez.
Hecho eso, corrió al baño entusiasmado. Jugar a ser vampiro le estaba gustando tanto o más que serlo de verdad. Cuando se asomó al espejo vio sus ojos amarillos resplandecientes, con una intensidad viva. Incluso le asustaron a él mismo. Esas lentillas eran geniales, mejor que geniales, eran increíbles, aterradoras.
- ¡Guau! - dijo ella al verle aparecer pletórico -. Eso sí que es un vampiro, así me gusta. Vete y aterroriza a las nenas.
- Vengo en un ratito. No pienso perderme nuestra cita.
- Ten cuidado con la poli, escóndete como el humo.
- Tendré cuidado, no voy a hacer tanto daño a nadie. Solo es un sustito.
- Si fuera un susto, no saldrás en los periódicos. Asegúrate de que ella cree que eres vampiro.
Enrique asintió y salió del Pub entusiasmado. Si lograba hacer eso demostraría que podía ser vampiro y tendría a sus propios secuaces cumpliendo sus órdenes. Entonces, en plena calle, su móvil comenzó a vibrar. Alguien le llamaba.
Miró la pantalla y resopló desganado.
- Mi madre... que pesada...
Pulsó el botón verde y se puso el aparato en la oreja.
- ¿Enrique?
- Sí, mama, ¿qué pasa?
- ¿Dónde estás? Es hora de estar en casa.
- Estoy en la fiesta de cumpleaños de un amigo.
- He dicho que vengas a casa, no me importa ese amigo tuyo, como si es el Papa.
- Pero mamá, estamos en lo mejor de la fiesta.
- ¡A casa!
- Pero, mama...
- Como tenga que repetírtelo te espera una buena.
Y le colgó. Enrique se avergonzó de esa conversación, resultaba difícil ser vampiro si su madre le trataba así. Se pensaba que por tener menos de dieciocho años era responsabilidad suya. Esta vez una preciosa camarera le esperaba y tenía una misión. Morder a alguien.
viernes, 21 de noviembre de 2014
LOS VAMPIROS EN LA ANTIGUEDAD
Los vampiros en la Antigüedad
Inicialmente la mayoría de menciones de seres con características vampíricas en la Antigüedad son parte del folclore y de los mitos en casi todas las civilizaciones, desde Egipto y Sumeria hasta las culturas indoamericanas.En Mesopotamia se invocaba a los dioses protectores para que acabaran con los Utukku, seres culpables de las enfermedades y las pestes, que pueden considerarse como antecesores de los vampiros.En la antigua China se creía en la existencia de los Jiang Shi o vampiros zombis, con extremidades rígidas de manera que sólo pueden avanzar dando pequeños saltos y con los brazos extendidos. Son completamente ciegos, pero presienten a las personas por su respiración y si muerden a una persona, la convierten también en otro muerto viviente.En el Antiguo Egipto la diosa de la guerra Sejmet hija de Ra y llamada "la terrible", asoló la tierra para castigar a los hombres y solo pudo ser apaciguada embriagándola con un brebaje de color rojo semejante a la sangre que bebía.En el folclore árabe y africano se menciona la existencia de unos demonios necrófagos y vampiros, que cambian de forma a su antojo, llamados guls, en árabe, "Al-ghul" (demonio, que se convertían en tales por haber tenido una muerte violenta). En uno de los relatos de Las mil y una noches llamado Honor de un Vampiro el protagonista es un Ghul.43En el judaísmo uno de sus arquetipos míticos es Lilith, la primera mujer de Adán, de quien se decía que se alimentaba de la sangre de los niños no circundados y es inspiradora de muchos personajes de vampiresas seductoras en la ficción por su acentuado carácter sexual.
El vampiro en la edad moderna
Desde comienzos del siglo XVIII las menciones del vampiro pasaron de las tradiciones populares a las publicaciones periodísticas y eruditas en Europa, apareciendo descripciones y análisis de casos específicos, de los cuales el más emblemático es el de un hajduk serbio llamado Arnold Paole que motivó la inquietud de las autoridades del Imperio austrohúngaro hasta el punto que comisionaron sucesivas investigaciones conducidas por médicos militares autriacos que incluyeron la exhumación y examen de los cadáveres sospechosos. El 13 de febrero (1731), el padre de uno de los investigadores, el vienés Dr. Johann Friedrich Glaser, corresponsal del diario Commercium Litterarium de Núremberg, remitió al periódico una carta describiendo el caso tal y como se lo relató su hijo mediante una misiva fechada el 18 de enero. Más tarde el médico Johannes Flückinger, quien condujo la segunda investigación, publicó en Belgrado la obra titulada Visum et Repertum (1732).57 Este libro, que circuló con profusión por Europa, popularizó el vocablo latino vampirus que no se empleaba con normalidad hasta entonces.58 y junto a la carta de Glaser fueron difundidos, citados y reproducidos en numerosos tratados (Ver El vampiro en la literatura) y artículos contribuyendo así a la propagación de la creencia en vampiros entre los europeos cultos. Los errores en estos informes médicos que dieron origen a la leyenda se explican hoy día por la poca comprensión que se tenía en la época sobre el proceso de descomposición de los cadáveres.
En el llamado Siglo de las Luces, cuando se propugna el triunfo de la razón y el desprestigio de las supersticiones, se trató de desvirtuar las leyendas sobre vampiros. En 1746 el fraile benedictino de la abadía de Sénones y exégeta de la Biblia Dom Augustin Calmet publicó su obra "Dissertations sur les apparitions des anges, des démons & des esprits et sur les revenans et vampires de Hongrie, de Boheme, de Moravie & de Silesie..." (más conocido como Tratado sobre los vampiros y traducido al español por Lorenzo Martín del Burgo) con la intención de desacreditar el mito con argumentos cristianos;1 pero ésta con otras obras que nacieron a la sombra de la Ilustración en contra del mito de los vampiros, como la Dissertatione sopra i vampiri (1774) del arzobispo de Florencia Guiseppe Davanzati, sólo consiguieron incrementar aún más la creencia en ellos.
¿QUE SON LOS VAMPIROS?
Un vampiro es, según el folclore de varios países, una criatura que se alimenta de la esencia vital de otros seres vivos (usualmente bajo la forma de sangre) para así mantenerse activo. En algunas culturas orientales y americanas aborígenes, el vampiro es una deidad demoníaca o un dios menor que forma parte del panteón siniestro en sus mitologías.
La descripción de estas criaturas varía según el folclore de cada región. Además la mayoría de atributos de un vampiro según la cultura contemporánea provienen de la literatura, sobre todo de la novela Drácula y las películas basadas en ella, así como de los cómics y videojuegos, a veces contradiciendo la naturaleza primordial del vampiro tradicional original. Por eso, de las siguientes características, solo algunas son las esenciales o comunes en el folclore general o como parte de las creencias de ciertas regiones; otras son inventadas por los novelistas y libretistas de cine o diseñadores de videojuegos.Fueron humanos, pero ahora están en un estado intermedio entre la vida y la muerte, de ahí que se les llame no-muertos, revinientes o redivivos. Esta naturaleza determina su aspecto físico básico
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